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lunes, 4 de abril de 2011

EL SECR DEL UNICOR YA

En el fondo de una mazmorra subterránea, bajo siete candados, con cámaras y alarmas, y trampas afiladas que no podría salvar ni Indiana Jones en sus mejores tiempos, trabaja mi encargada, en un bunker donde todo es alto secreto, los informes, las cartas, los mensajes, como si trabajara para la KGB.
Recientemente ha acentuado su paranoia, ha dejado de comentar las sinrazones, ha multiplicado los silencios, como si en los emails hiciera pactos de sangre con la muerte, como si dictara sentencias, como si desplegara minas antipersonas por los recovecos de las baldas.  Últimamente sus silencios dan miedo,  como si masticara tus entrañas, como si entablases un duelo de miradas con Gadafi,  no dices nada, tragas saliva sin pronunciar palabra, con cautela, como si hicieses gárgaras con nitroglicerina. Desconozco se se ha pasado al lado oscuro de la fuerza.

En los últimos tiempos viste de negro riguroso, o es el azul del uniforme que es nuevo y con el ahorro de luz parece más oscuro.  Cuando la veo en el suelo por que ha venido el banco, no se si está contando sobres, o trazando con ellos un círculo perverso y demoníaco.  Enseguida se le inyectan los ojos,  y yo salgo por piernas zumbando para el voult.

Los encargados son personas normales al principio, buenos trabajadores, gente dispuesta a sacrificios, indulgente e incluso dialogante, comprenden tus problemas y tu observas los suyos, que florecen sobre su mesa como si la limpiasen con abono nitrogenado. Son tantos que suelen despertar tu indulgencia, una especie de instinto paternal de socorrer al pobre desvalido, que reparte sus horas con cuentas que no cuadran y un extremado azogue de teléfono sobre la oreja, que suele terminar escocida  los dos primeros meses.
Sin embargo después, cambian los vientos, se enseñorean del cargo, se vuelven displicentes y mandones, cambian su nerviosismo por prudencia, se vuelven misteriosos, recelosos y secreteros.

Yo mismo, cuando pregunto a la encargada, suele encorvarse, y con voz baja y cavernosa me contesta: "Mi tesoro, mi información es mi secreto, es sólo para mi, es mi tesooro...!"

Encargado orgulloso de sus secretos (Campsared Blog)

Últimamente las cosas están tensas, las ventas han bajado tanto, que algunas veces hay que reverenciar de tal manera  a los clientes que parecemos viborillas arrastrándonos entre palabras cenagosas que nos permitan atrapar una presa.

La cosa está jodida, bien jodida.  Nuestro Jefe de Zona, manda sentencias por email , como si enumerase las plagas del viejo testamento, no nos anuncia más que malos augurios, como nos emperremos traerá un diluvio universal que dejará en una  ahogadilla el maremoto de Japón.

Brota pinchando el miedo, como si fuera vello púbico afeitado, que renace  con desazón e impertinencia.

En este oficio todos tenemos miedo, y el que no esté en el grupo puede marcarse un paso al frente, pero siempre con calma, con prudencia, por que, como los voluntarios en la 'mili', nunca sabes la que te va a caer.

Todos tenemos miedo, por que la puta crisis se ha extendido como peste bubónica por todos los confines del globo, y no hay mañana que no contagie a un conocido o a un amigo, y a nosotros nos levantan el dedo nuestros Jefes, como Jesús el Rico pero no para darnos parabienes ni salvarnos, sino para ponernos en un brete, para señalarnos por que no vendemos suficientes SPOs, o los bastantes rascas como para frenar este tsunami de pobreza.  Y cuando el cristo nos señala, estamos ya jodidos, pues somos carne de cañón, sin más camino que huir hacia delante,  y ni aún así puede salvarse alguno de la quema.

Los encargados son distintos, corren aullando por el temor de que un disparo sin destino les alcance, y huyen despavoridos con la silla bajo el brazo, como las alimañas cuando sobreviene un naufragio.

Acuden a reuniones y ellos tamizan convenientemente los datos para que sean apocalíticos,  Uno de tantos de esos secretos de confesión que les explican a los encargados, les aconseja guardar la información benigna, mostrar la  realidad más cruda, no hay salvación sin ventas de postín, iremos al infierno de cabeza, y ellos detrás si nos desvelan que la 'presión' es la postura requerida para subir las ventas, que se consigue más forzando tuercas que dando cuartelillo.

En realidad muchos asuntos no nos los cuentan para que siga habiendo diferencias entre la plebe que somos los de abajo, y la clase burguesa que son ellos.  Esa frontera es la que dictan en la empresa, los jefes, y se contagia pronto, como la varicela en un colegio, entre los nuevos encargados.
¡Mas información por favor, más comunicación!, somos plebeyos pero nos gusta saber cosas, no solo la matrícula de un coche que se fuga, o el número concreto  de naranjas que hay que vender para obtener la 'bendición papal', queremos saber más que lo que marca cualquier ranking de los cojones, o ese jodido presupuesto que hay que cumplir para la cuadratura perfecta de las cuentas, hay rumores, noticias, asuntos que no tienen que ver con la presión ni con las ventas, sino con el compañerismo, con la salud mental de los trabajadores, complicidades entre socios, por que lo cierto es que todos estamos en el mismo barco, aunque tengamos distintos camarotes, nosotros en la proa, y ellos al timón,  no cabe rebelión a bordo, hay que seguir la travesía hasta remando, pero sin latigazos, sin engaños, sin falsas expectativas y haciendo piña.
Mientras los encargados mantengan sus secretos de unicornio dentro de la oficina,  a los expendedores nos seguirán pareciendo unos cabrones  con unas astas del tamaño de unos panes de leña.

Estaba cantado (Campsared Blog)

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